Una y otra vez, tomando la ruta de un punto A hasta un punto B. La diferencia entre punto y punto es abismal, tanto que me da miedo y algo de tristeza pensar en ello, en una de estas todo es más simple, inoportuno, mediocre y pobre… una quizás, en donde no se dieron todas las oportunidades para poder “escalar” hacia el éxito, como lo proponen todos los grandes empresarios, una en donde el arriesgarse no es una opción, donde el miedo domino y peor aún, se quedó.

En el otro punto quizás todo sea más falso, un paraíso ideal, una ilusión, todo porque allí es donde todo es más vistoso, se concentra la mayor cantidad de dinero de la zona, pero aun así quienes están allí no pertenecen del todo a este lugar o solo de una forma temporal, esa es una de las “escalas” de éxitos más temporales, quizás suban, pero no tardarán en caer… mientras todos comparten sus méritos (o suerte) con sonrisa de oreja a oreja como si nada de lo que sucediera les fuera a afectar en una línea temporal o futura.

Entre estos dos puntos muchos intentan estar en los sitios contrarios: unos para sentir el éxito y los otros para estar más tranquilos, recuperar lo que perdieron (al menos socialmente) y está es de las mayores ironías, nunca estar satisfecho de donde se está, porque nos genera intranquilidad ese pensamiento de inestabilidad, de que todo en algún momento se acabara, de que no lograremos obtener todo por lo que tanto luchamos o simplemente porque no controlamos lo que pueda llegar a ocurrir, esa improbabilidad aun por más pequeña que sea, nos asesina.

Contexto: escrito hecho mientras me dirigía de la casa al trabajo, pasar de una de las zonas más vulnerables de la ciudad a una donde no existe el mal (o al menos así lo hacen ver) dicha prestigiosa zona, el Silicon Valley de mi ciudad.


No hay nada más triste que vivir bajo una etiqueta.