¡Cuánta razón!
“El solitario ofrece su mano demasiado rápido a quién encuentra”; una triste realidad que he podido vivir.
- ¿Cuánto no te espere?
- ¿Cuánto no te ayude?
- ¿Cuándo no te escuche?
- Y al final me traicionas.
He sido un solitario que siempre le he dado la mano a quién lo necesita sin ni siquiera preguntar, pero al final se llega al mismo resultado; la traición. Han sido pocos los agradecidos y muchos los atrevidos.
Seguramente a raíz de varios sucesos, he empezado a cambiar mi mentalidad y en vez de dar la mano e abofeteado a más de uno, muchos dicen que he cambiado y que no soy el mismo educado de antes, pero lo que no saben es que he cambiado para bien, sin dejar de ser el mismo de antes; respetuoso con quién se lo merece e infame con el chocante.